jueves, 27 de marzo de 2014

KALLISTI- D. A. VASQUEZ RIVERO.


KALLISTI

¿Podría ser que en otrora
tu nombre haya sido Helena?
¿Mujer que entre las almenas
de la antiquísima Esparta,
 en gozo y cumplidos harta,
la preservaban del cielo;
corriéndole sólo el velo
para adorar sus facciones
  de Menelao, las pasiones
y de su amor, el recelo?

Quizás yo no me equivoque,
 quizás algún día fuiste
la reina, mas renaciste
 con sólo algunos retoques.   
Permíteme que ahora invoque 
 el pulso de estas neuronas.
 (A mi cerebro, coronas,
laureles de la memoria.)
¿Segura? ¿No fue tu historia? 
¿No son la misma persona?

Cuando Quirón, el centauro,
en bodas del Himeneo
su cueva cedió a Peleo
para que a Tetis despose,
llamando a olímpicos dioses
y a las nereidas marinas.
 ¿No fue tu belleza albina
motivo de una disputa,
 allí en la venganza astuta
donde Eris regó su inquina? 

Sí, sí. Recuerdo la fruta
para discordia arrojada,
al centro de las miradas
mostrando un mensaje en ella:
Kallisti (“Para la bella”)
motivo fue de aquel yugo,
en el que un príncipe tuvo
A Atena, Afrodita y Hera
de su elección a la espera,
como si él fuera un verdugo.

Vayamos un poco antes
del juicio al que me refiero.
A Hermes, el mensajero,
tan pronto cayó la fruta,
lo enviaron desde la gruta
a un campo bien alejado;
donde París, su cayado
movía al pacer de ovejas.
A él dijo: “Deja eso, deja,
que Zeus por ti ha llamado.” 

Entonces volvieron ambos,
con palmas los recibieron.
De cráteras les sirvieron
en cálices, vino aguado.
Y allí, ante París sentado,
mostráronse las tres diosas.
Desnudas, sin más que rosas,
tapándole las virtudes
 en poses y en actitudes
de una mortal vanidosa.

Buscando tentar al joven,
el trío supo ofrecer
de cada una el poder
que más la representaba:
La diosa Atenea daba
por dote “Ser invencible”
y Hera el apetecible
“Reinado del vasto imperio”
(con esto venía un misterio
de potestad increíble.)

Pero faltaba una de ellas
en la elección tripartita.
Tomó su turno Afrodita
que presentándose dijo: 
“La tierra no da el cobijo
que da el pecho femenino
y nunca el coraje vino
de nadie, sino una esposa.
A Helena, la más hermosa,
te doy en favor divino.”

Mirándola en una esfera,
Paris quedó enmudecido.
- ¿Es cierto... - dijo, aturdido-
...que no tiene igual su forma?
- Tan cierto que se transforma
 en fanático quien la mira.
Si hasta le tañen la lira,
cantando su amor profundo.
Repito, no hay en el mundo
varón que a su ser no admira.

Me apena tu karma-amnesia...
¡Seguro tú fuiste Helena!
La dermis blanca de arena,
tu cabellera trenzada
 (gavilla de llamarada,
follaje de los ciruelos.)
Los iris de caramelo,
la cara tan redondeada.
 Con un quitón ataviada
serían cual dos gemelos.

¿Que quién ganó?- Afrodita.
Es el concurso más viejo
del narcisista complejo,
frecuente en la raza humana.
Salió victoriosa, ufana
con su manzana de oro
pidiendo que cante el coro:
“¡Cuan bella es nuestra Afrodita,
su aparición nos excita
hasta el más ínfimo poro!”

Pues ¿Cómo no enamorarse
de Helena, preciosa joya?
 Mas esto hundiría a Troya
en guerra sin precedente.
Ya que el audaz pretendiente
Paris, bajo influjo de Eros
con un cortejo hechicero
logró raptar a su amada.  
Pero una venganza armada
haría temblar los suelos.

El resto es historia horrenda
prefiero no relatarla.
Si, en fin, comencé esta charla
para entender las pisadas
que diste en vidas pasadas
y doy mi fe que conoces.
Si no eres Helena, entonces
habré de hurgar más tu mente.
Contesta, ahora: ¿No sientes
en tu interior otros dioses? 



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